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el factor dorsal

Agua y aceite

Agua y aceite

Dos esencias que no se pueden unir, dos pensamientos (únicos) sin posibilidad de combinación, dos estilos radicalmente diferentes, tan parecidos como un equipo de Guardiola y otro de Clemente. Hasta ahí todo bien, o todo mal aunque habitual.

La desventura se desata cuando, por motivos siderales, galácticos, cósmicos, se apuesta por relacionar ambas posturas en un cóctel calentito. Y lo que es peor, se le pide al agua que le dé  “paz, amor y comprensión” al aceite. Es entonces cuando el agua se hace no potable, con gas y antimineral.

Transformao

Transformao

La tarde estaba tonta más arriba de mis hombros y me dije mil veces no! antes de comprarlo. Lo dejé en la estantería varias veces. Agarré otras opciones de disfrute asegurado y me alejé pero... esa tarde estaba tonta más arriba de mis hombros y al final, por 5, 95 y porque sale un actor que me gusta mucho y una actriz que desde entonces me gusta más que él, compré el maldito deuvedé. Vaya mierda de película, coño...

Monodosis sin George Clooney

Monodosis sin George Clooney

Suena raro pero, claro, en algunos círculos sanitarios el café es una droga y por tanto no podemos extrañarnos de que cada chute al final adquiera definición tan ambigua. Yo me he puesto una narcosala en casa entonces.

Mi hermano, que es sanguinariamente majo, me ha regalao una cafetera cool que funciona a la perfección en el decorado de película independiente en el que ahora me habito. La cafetera es tan entrañable que expulsa su contenido tras pulsar un solo botón (eso es importante para mí) y sin necesidad de calentar el café siquiera. Vamos, que el torrefacto sale ipso facto.

Para ello, debo introducir una especie de lenteja gigante (sobre estas líneas) llamada Monodosis, nombre incontestable porque la cantidad se estima para una persona, porque la cafetera es mona y porque te quita el mono.

Hay lentejas de todos lo sabores así que quedan ustedes invitados a degustarlas con gusto. Si ustedes son guapas (y deberían) no necesitan cita previa.

Aguantar(se)

Aguantar(se)

Enfrentarse a uno mismo es enfrentarse a uno mismo y no debe haber maquillajes felinos para tan aterradora sensación. Un animal frente a otro animal que es uno mismo, ese es el trato. Vamos, que si protagonizamos Moon (muy bonita) no protagonizamos Aliens (muy bonita). No hacen falta más animales para ocupar un espacio que ocupan dos cuando está diseñado para uno, el Yo físico.

Queda claro entonces que pese al aluvión de cartas recibidas no voy a comprarme (¿se compran?) un gato ni ningún otro bicho que sirva para hacer acto de presencia... y ningún acto más.

Enfrentémonos entonces a las excusas que antes valían para otros, asumamos entonces que ya no hay circunstancias más que las de uno mismo, entendamos que las rectas vigas de madera y uno mismo se mirarán más de dos veces mientras el ser orgánico aguanta una taza de café en la mano. Y que eso es lo que hay, leñe.

Por las ramas

Por las ramas

Me han dicho que vivo en una mezzanine. No sé si va con segundas...

Pero sin Rourke

Pero sin Rourke

Después de torear de puta madre con el tipo de la izquierda, el tipo de la derecha (que el muy suertudo tiene permiso para tocarle el culo a Rachel Weisz) se ha vuelto a juntar con el guionista de tan bonita corrida de toros para preparar otro festival. El resultado en papel está en mis manos para ver si lo vemos. Yupi.

Casi pelirrojo

Casi pelirrojo

Pues resulta que me encargan leer una cosa de C., un director de cine con gafas muy nombrado y muy locuelo (como es muy secreto, porque yo no puedo sino hacer cosas confidenciales y cruciales en el sino de la humanidad, les cuento con iniciales, como en el Tomate) en la que se pone en solfa las discusiones y aventurillas locas que corrieron los señores padres del psicoanálisis, F y J.

Como no podía ser menos, cuando me duermo, como cada noche, me atormenta una pesadilla en la que (al loro, psicólogos psicopáticos que leen este blog) veo, desde una posición elevada y cenital, cómo me sangra la cabeza desde las partes en las que el cabello me dice adiós. Madre mía...

No lo hagan en sus casas

No lo hagan en sus casas

Mal me quedé el otro día cuando me atreví a ver seguidas una peli de Fellini y otra de Jodorowsky. No se atrevan. Si le tienen aprecio a una equilibrada idea sobre el bien y el mal, si respetan a sus familias, si quieren seguir hablando a sus amigas... no lo hagan. En serio.

Erre que erre

Erre que erre

Me manda un colega esta foto y me dice que es como un espejo de mi casa. Yo le digo que me gusta mucho este actorcete pero que... no me parezco a él!!!

Lo que les queda

Lo que les queda

La tesis principal de la película es definitivamente outsider, claro. Un canto a la señal electrónica y su dureza frente a la imagen que se impregna en el romántico negativo, un escupitajo de los Videoastas Handycam en el suelo que pisan los que les niegan la entrada en su fiesta molona porque sus cintas magnéticas no se parecen al poliéster que se deja atravesar por el destello de una lámpara de Xenon.

Te en-video es el primer largometraje documental de Víctor Olid, figura resultona de la escena del corto en números rojos cuyo estilo ramplón y de mirada directa es el objeto de la película. Perdón: del video.

La cinta de Víctor, viejo colaborador de salas Renoir (es decir, manipulador de un material fotoquímico que le da de comer), se compone de conversaciones con directores tan reputados y tan poco reputados como J.R. Bookwalter, Andy Rodríguez, Zoe Berriatúa, el sincero Aratz Juanes, George Kuchar, José Manuel Serrano Cueto (cuyo libro Zombie Evolution podéis conseguir a través de nuestro Club), Jess Franco o un diluido Bob Moricz, tipos singulares que esgrimen sus argumentos frente al doloroso rechazo del circuito audiovisual oficial, que separa a Pros de Amateurs de manera radical y mediante la presentación (o no) de los trabajos en una bobina en 35 milímetros.

Olid escucha a este puñado de secuaces de la escena videográfica internacional para vilipendiar al riguroso y marginador sistema establecido, ofreciendo unos testimonios que componen un discurso a veces razonable, a veces tan sabrosamente contradictorio como el cine seco y sin abalorios que defiende. Porque no se equivoquen. La propuesta de Olid, aunque algunas de sus voces así lo entiendan, no es un canto a favor de poderosos prototipos de nuevas cámaras que amenazan a las emulsiones tradicionales como la Red One, la Viper o la Génesis. El documental de nuestro colega no es especialmente diferente a sus trabajos de ficción, y por tanto no es una demostración de las virguerías potenciales que ofrece el cine digital sino la evolución natural de unos videos en los que el ultrarrealismo rampante de la puesta en escena marcada por su vocación no-budget (no confundir ultrarrealismo con realismo social) se emparenta directamente con un estilo descarnado que nos asombra. En Te en-video contemplamos las tronchantes posturas a favor de la tortícolis que el director hace adoptar a algunos de los entrevistados más maduros, escuchamos una banda sonora aderezada por una música inclasificable que invade sin vergüenza la verborrea de los entrevistados más alucinados, admiramos incluso la nula capacidad de síntesis de muchos de sus parlamentarios que, o bien han sido curtidos a palos en las despiadadas Cotxeres de Sants barcelonesas, o bien pertenecen a la escena underground norteamericana más psicodélica, marginal, burbujeante y dandi.

No podemos dejar de destacar el insuperable prólogo de Te en-video, arranque que es ya una de las secuencias más originales y divertidas del cine documental español de todos los tiempos. Nos queda dudar cariñosamente de la autoconsciencia de una propuesta que, como todas las que se califican de manera tan suprema, puede considerarse, sin vergüenza, una obra maestra estando a mil jodidas millas de estar bien.

Perro verde

Perro verde

Abro los ojos. Una playa mediterránea. El sol alto y picante duro. A mi alrededor, personal bronceado de todo pelaje, chicas pelotonas haciendo top less llaman mi atención. Tengo calor. Me miro y veo que voy vestido con vaqueros, jersey y abrigo largo. De repente la voz de una amiga llega desde la orilla: ¡Quint, la cabeza!

Todos los seres a mi alrededor, pelotonas incluidas, se giran y me miran. De una bolsa cojo una camiseta negra de Godzilla y me la pongo en la cabeza para no quemarme el cartón. Cuando mi amiga regresa de su baño me dice que desde el mar me parecía a E.T.

Ingrid

Ingrid

Cuando esa luz entró en la habitación, sus murales adquirieron una tonalidad diferente. Fue entonces cuando Manuela recordó ese momento a sus trece primorosos años, cuando detrás de las pistas de tenis del polideportivo besó por primera vez a Raúl. Después, Manuela recogió sus pinceles y puso un mensaje en el móvil a su novia, Ingrid, en el que decía: YA SALGO. BS
Se colgó la bandolera, cogió las llaves del cenicero recuerdo de Mahón y cerró la puerta después de ajustarse los vaqueros al culo.

Felicidad

Felicidad

Vamos allá:

El sol brillaba en el horizonte; las cigarras entonaban melodías sosegadas; la paja en un lado de mi labio me daba un aire jovial, fresco, casual; el bombín de medio lado me hacía irresistible y si me sentaba con poco cuidado se derramaban chorros de billetes de mi bolsillo y, cuando me percataba de ello, me reía a carcajadas; el cielo azul impoluto no dejaba entrar a las nubes; los caballos salvajes con flequillo en sus tobillos me sonreían al pasar a cámara lenta hasta que yo, finalmente, dejaba caer mi espalda sobre la hierba y cerraba los ojos satisfecho.

Eres un calavera, macho.

Eres un calavera, macho.

Puede que las circunstancias lo sean todo. O puede que las circunstancias lo fueran todo, pero en estos días de fricalor los aromas se mezclan y uno no se ubica. No se ubica porque no sabe si encogerse para esperar el golpe duro y seco llegando de frente con la calavera sonriendo a escasos centímetros de tu cara, o si coger un cojín y sentarse despacito, acomodarse las lumbares y encenderse un cigarrito aguardando lo que tenga que llegar con una sonrisa menos huesuda que la del chanchullo en sí. Entonces la calavera quizás, y sólo quizás, asustada por nuestra convencida ironía, regrese por donde ha venido y no aparezca nunca más. Esto es mucho pedir, claro.

Está bien, está bien... ¿está bien?

Está bien, está bien... ¿está bien?

¿Es un poco moñas? ¿es un poco raro?¿es necesario poner niños? ¿es una puta mierda como habitualmente o servirá para algo más que para que se empiecen a retirar palabras entre las personas? ¿es original? ¿soy único? ¿es gracioso? ¿es una chorrada? ¿es social? ¿soy social? ¿es español? ¿soy español?

Estas son las preguntas que me ocupan y que me hacen pelearme cada día ocupando el tiempo que no merecen pero que debería dedicarle a ustedes. Bueno, eso y el Windows Vista, un sistema con menos piedad que el garrote vil y que ya me da más asco que los yogures con frutas tropezonas.

Al final va a ser verdad eso de que es muy difícil divorciarse...

We´re gonna be fine....

We´re gonna be fine....

Promete ser la película definitiva sobre judios. Si lo sois (y deberíais) no os la perdáis. Si aún sois osos hormigueros de cintura para abajo... qué cojones hacéis leyendo este blog???

Too cool to go to school

Too cool to go to school

La situación es la siguiente: eres un adolescente en plena crisis mohína que ha optado por abandonar el instituto. Esperas que la reacción de tu padre ante tu insensata decisión sea escupir sapos y culebras para después ponerte a descargar camiones de fruta de madrugada. Pero no sólo no lo hace sino que además te permite no trabajar y te anima a dedicar tu tiempo a lo que se te antoje, drogas aparte. La única condición es que aceptarás ver junto a él, que hará la selección, tres películas a la semana.

El novelista y crítico cinematográfico canadiense David Gilmour es el autor de Cineclub, experiencia real y delicioso ensayo a modo de manual para tratar a vástagos adolescentes que es a la vez una declaración de amor a las películas y su capacidad didáctica.

El libro consigue desarrollar de manera absolutamente cercana, intensa y divertida la aventura audiovisual de David junto a su hijo Jesse, viaje a través de una filmoteca doméstica que sometió a este joven, durante tres años y en el ocaso de la edad del pavo, a los rigores de las películas que su padre consideró necesarias para fortalecer su lánguida actitud vital. Lo que fácilmente podría haber sido un limpio y sofisticado (y soso) relato de un padre triunfador que trata de mostrar sus verdades al hijo es, afortunadamente, una historia grande por vulnerable pues David tampoco pasa por su mejor momento. No consigue trabajo, su edad no es la ideal para reinventarse y su autoestima se presenta blanda para ofrecer a su desgarbado hijo un punto de vista sólido sobre la vida y sus afluentes. Además duda sobre lo apropiado de su oferta, sobre si ser un padre enrollao y original metódicamente no arrojará a su criatura a un destino cinéfilo pero terrible, oscuro y desgraciado.

Desde Los cuatrocientos golpes (1959) de Truffaut hasta Amor a quemarropa (1993) de Tony Scott, pasando por La Dolce Vita (1960) de Fellini, El padrino (1972) de Coppola, Robocop (1987) de Paul Verhoeven, ¡Qué bello es vivir! (1946) de Frank Capra, La matanza de Texas (1974) de Tobe Hopper, Annie Hall (1977) de Woody Allen, Por un puñado de dólares (1964) de Leone, Desayuno con diamantes (1961) de Blake Edwards, o las algo sonrojantes pero adecuadas para el curso Showgirls (1995), también de Verhoeven, o Pretty Woman (1990) de Gary Marshall, el cine enseña a Jesse a interpretar sus propios sucesos, a contemplar el dolor, las ausencias, los amoríos y la familia desde muchos y muy diferentes puntos de vista, tantos que le obliguen a distinguir el suyo proyectado en la pantalla que todo lo refleja.

Mármol

Mármol

Se da uno cuenta rápido de quién no se ha visto nunca en una de estas. Ni desde fuera ni desde dentro. No emprende el camino en cabeza, apenas habla, no quiere ni meter la pata ni mostrarse distante. Nadie sabe exactamente qué hacer en estos momentos tan delicados pero los más débiles o extraños pueden hasta perder el control de sus reacciones ante lo básico. Risas deformadas y temblorosas, abrazos garrapiñados y diplomacias confusas dando la cara frente a un interlocutor con un dolor tan intenso que le lleva flotando. Cigarros al otro lado de una cristalera tintada, una carcajada que se escapa y que hace reaccionar al que la suelta por lo inadecuado de la euforia (¿me habrán visto desde el otro lado?). Respeto y cariño en códigos que no solemos manejar. Que nos veamos poco en estas.

Grapas en el corazón

Grapas en el corazón

La película en sí ya está de puta madre. (¿quién no se ha echado alguna vez una pelea de grapas?). Nunca he sido muy fan de Bruce Springsteen, pero ahora le voy cogiendo el gustillo a algunas cosas. El tema de los créditos mola un huevo, se siente especialmente ahora que corren tiempos tan tristes.

¿Has visto alguna vez un caballo de una sola carrera libre y feliz por el campo?
Si has visto alguna vez un caballo de una sola carrera entonces me has visto a mi.
¿Has visto alguna vez un perro con una sola pierna bajando solo por la calle?
Si has visto alguna vez un perro con una sola pierna entonces me has visto a mi.

Entonces me has visto a mí, llego y me quedo en cada puerta
Entonces me has visto a mi, siempre me voy con menos que con lo que llegué
Entonces me has visto a mi, ojalá pueda hacerte sonreír cuando la sangre llegue al suelo.
Dime, amigo, ¿puedes pedir algo más?
Dime, ¿qué más puedes pedir?

¿Has visto alguna vez un espantapájaros relleno de algo más que polvo y trigo?
Si has visto alguna vez ese espantapájaros entonces me has visto a mi.

¿Has visto alguna vez un hombre de un solo brazo dando puñetazos a la brisa?
Si has visto alguna vez a un hombre de un solo brazo entonces me has visto a mi.

Entonces me has visto a mí, llego y me quedo en cada puerta
Entonces me has visto a mi, siempre me voy con menos que con lo que llegué
Entonces me has visto a mi, ojalá pueda hacerte sonreír cuando la sangre llegue al suelo
Dime, amigo, ¿puedes pedir algo más?
Dime, ¿qué más puedes pedir?

Estas cosas me han consolado, me voy lejos
No puedo quedarme en este sitio que es mi hogar
Mi única esperanza está en los huesos rotos y los moratones que os enseño.

¿Has visto alguna vez a un hombre con una sola pierna intentando bailar mientras huye?
Si has visto alguna vez a un hombre con una sola pierna entonces me has visto a mi.

Party line cojonuda

Party line cojonuda

Ahora han hecho una versión pero los malos no llevan ni sombrero, ni gafas, ni abrigo a cuadros ni bigote. ¿Si sale chunga será debido a eso? ¿Son los pequeños detalles los que nos hacen realmente distintos? Aunque... tampoco han sido engullidos por un tiburón gigante, y eso es un detalle más grave... ni el bueno es un racista (ahora es Denzel Washington!), ni...