Too cool to go to school

La situación es la siguiente: eres un adolescente en plena crisis mohína que ha optado por abandonar el instituto. Esperas que la reacción de tu padre ante tu insensata decisión sea escupir sapos y culebras para después ponerte a descargar camiones de fruta de madrugada. Pero no sólo no lo hace sino que además te permite no trabajar y te anima a dedicar tu tiempo a lo que se te antoje, drogas aparte. La única condición es que aceptarás ver junto a él, que hará la selección, tres películas a la semana.
El novelista y crítico cinematográfico canadiense David Gilmour es el autor de Cineclub, experiencia real y delicioso ensayo a modo de manual para tratar a vástagos adolescentes que es a la vez una declaración de amor a las películas y su capacidad didáctica.
El libro consigue desarrollar de manera absolutamente cercana, intensa y divertida la aventura audiovisual de David junto a su hijo Jesse, viaje a través de una filmoteca doméstica que sometió a este joven, durante tres años y en el ocaso de la edad del pavo, a los rigores de las películas que su padre consideró necesarias para fortalecer su lánguida actitud vital. Lo que fácilmente podría haber sido un limpio y sofisticado (y soso) relato de un padre triunfador que trata de mostrar sus verdades al hijo es, afortunadamente, una historia grande por vulnerable pues David tampoco pasa por su mejor momento. No consigue trabajo, su edad no es la ideal para reinventarse y su autoestima se presenta blanda para ofrecer a su desgarbado hijo un punto de vista sólido sobre la vida y sus afluentes. Además duda sobre lo apropiado de su oferta, sobre si ser un padre enrollao y original metódicamente no arrojará a su criatura a un destino cinéfilo pero terrible, oscuro y desgraciado.
Desde Los cuatrocientos golpes (1959) de Truffaut hasta Amor a quemarropa (1993) de Tony Scott, pasando por La Dolce Vita (1960) de Fellini, El padrino (1972) de Coppola, Robocop (1987) de Paul Verhoeven, ¡Qué bello es vivir! (1946) de Frank Capra, La matanza de Texas (1974) de Tobe Hopper, Annie Hall (1977) de Woody Allen, Por un puñado de dólares (1964) de Leone, Desayuno con diamantes (1961) de Blake Edwards, o las algo sonrojantes pero adecuadas para el curso Showgirls (1995), también de Verhoeven, o Pretty Woman (1990) de Gary Marshall, el cine enseña a Jesse a interpretar sus propios sucesos, a contemplar el dolor, las ausencias, los amoríos y la familia desde muchos y muy diferentes puntos de vista, tantos que le obliguen a distinguir el suyo proyectado en la pantalla que todo lo refleja.
9 comentarios
Yoni -
quint -
Yoni -
zlicia -
pero en breve bajaré...
nosfe -
quint -
Nosfe:perdone pero ya sabe que su regalo no es ese!! y se está jodiendo!!!
nosfe -
zlicia -
quint -