No salga de casa sin ella
Sí, es cierto. Somos seres repugnantes, marginales. No tenemos dinero, ni moto, ni carné de conducir, ni zapatos naúticos, ni rizos sobre la nuca ni chispeantes ojos claros frutos del cocktail entre un cochino maduro de las urbanizaciones y una joven moza francesa de modales refinados en sociedad y leoninos en el catre. Somos feos y arrogantes a veces pero, sobre todo y bajo nada, no tenemos techo donde cobijarnos y eso lo saben los miembros de una nueva etnia que, con un idioma nuevo y singular ("un contrato indefinido es un contrato sin definir") nos despiertan con susurros imposibles en las noches de luna llena. Recelosas, atentas a los euribors y a los bamboleos del mercado, Las Caseras, otroramente conocidas como Las Pitusas, están ahí para jodernos la vida a los que, ciertamente, nos comportamos con exquisita corrección protocolaria. Con las cajas llenas de nuestras cosas que ni siquiera son nuestras y tras comprobar que en ellas sólo hay libros y películas (qué triste existencia, amigos, ni una mísera espátula...), que lloran al abandonar su estantería sin saber el futuro que les aguarda más allá de esas oscuras paredes de cartón (Síndrome de Fahrenheit, le dicen) recibimos una "eventual" visita de El Enviado de La Casera. Tras riñas, deliveraciones y manos de estupor a las cabezas de El Rojo parece que la Buena Nueva del mensajero se adivina. No se nos permite emigrar hacia lugares más prósperos y vigorosos para nuestro equilibrio emocional. Uhm, ¿acaso no somos tan desagradables y se nos quiere al lado, aunque sea para figurar?, ¿damos tanta pena?, ¿será que la tiparraca se acoge a la receta de "Lo malo conocido"?. Nada de eso. Con las cajas en las manos escucho en mis orejas y de boca de la misma que La Casera se ha "gastado la fianza". Como lo oyen con las suyas, seguro que más peludas. Apelo a lo frágil del barato líquido y rezo por la evaporación de semejante engendro con un simple giro de tapón enroscado pero no es tan fácil y los decibelios blasfemos se agolpan en mi garganta. El Enviado escapa sin brechas y sin los zapatillazos en el culo del Rojo. Como consecuencia de nuestra adepción involuntaria a esta Nueva y Próspera Secta los incautos, bondadosos y miserables quiméricos inquilinos viviremos un mes más entre cartones de detergentes y derivados, pelusas ancestrales y una extraña sensación de mundo ajeno. Eso sí, bebiendo sin parar cervezas sin alcohol, agrediendo sin dudar a quién cojamos pidiendo una clara.
8 comentarios
La-Ruina -
commodoro -
quint -
lloni -
Vaya careto el de la jai, jajajaja¡¡¡ que se ha gastado la fianza y encima os abronca por iros sin avisar con tiempo¡¡ qué tiparraca¡¡¡ cómo está el corral madre mia¡¡¡ los dioses deben estár poniendo a prueba su paciencia Quint jajajaja¡¡¡¡
nosfe -
commodoro -
Arpeggio -
quint -