LLueve impersonal
Había una vez una niña, una bonita y pizpireta niña que destacaba sobre el resto por su alegría y desparpajo. Con mirada honesta y jovial, la niña repartía optimismo y mejores vibraciones que los Beach Boys, sin escudos, sin defensas, convencida de la utilidad de la Luz para el buen fin de las cosas, ella era así. Cuál caperucita techno, la niña llevaba con ella una simbólica y llamativa toalla roja en sus baños públicos ocasionales, a modo de bandera alegre, con la risa y el humor siempre a punto, haciendo juego con la prenda y con lo abierto de los días. Uno de ellos, sin más, la niña oscureció. Todos nos preocupamos por el cambio en la joven, a cuyo contagio vital ya nos habíamos acostumbrado y le preguntamos el porqué de su oscuridad. Ella, intentando sobreponerse, nos dijo que era por culpa de las nubes, al tiempo que su toalla roja caía al suelo. Enseguida identifiqué la prenda con la bandera de peligro y me figuré lo peor. Al paso de los días el brillo en mirada de la niña fue apagándose más y más, su actitud payasa se disolvió y sus convecinos notamos gravemente la falta en el reparto diario de energía. Ella sólo acertaba a replicar: "Es el cambio de tiempo, la lluvia, que me pone así". Yo nunca la creía, siempre recordando la pequeña toalla roja y su presagio, pero por si acaso, presto y vengativo, me dispose a recorrer la comarca con un palo grande en busca del culpable del nubarrón de la niña. No muy rápido caí en la cuenta de que estaba dando patadas al mar. ¿Quién llueve?, ¿a quién doy con el palo?. Tras descargar mi arsenal de blasfemias sobre los impersonales e inocentes verbos atmosféricos y llegado a la conclusión hace tiempo de que Dios no existe pero que algunos le sustituyen por raromórficos y abruptos seres, caí en una canción de Maikol en la que solucionaba estos conflictos sin ninguna verguenza: "Échale la culpa al woogie". No fue sino con una versión del copiota de Luis Miguel cuando por fin alcancé a adivinar la verdad, la mentira que me tranquilizaría: "No culpes a la noche, no culpes a la playa, no culpes a la lluvia, será que no me amas". La niña no aceptó nuestros ruegos y marchó a un lugar donde poder repartir la alegría que le sobraba. Mar de abrazos y lluvia de amor, niña. Que tú los repartas bien. Hey.
13 comentarios
Anónimo -
quint -
María -
quint -
maria -
quint -
Haré lo del pis a ver...
roli polly -
Ah, bonito cuento, un poquito tristón.
Las nubes pasan,
sólo hay que quedarse quieta y hacer pis.
quint -
en cuanto consiga el suficiente oxígeno como para recuperar los kilos mínimos en mi trasero como para poder sentarme con normalidad nos vemos todas. chao!!!
Anónimo -
quint -
Estamos fatal!!!que siga la fiesta!!!!
nosfe -
restituta -
Muy bonito Biiiig!!!
quint -